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Dios es perfecto, cada uno de su atributos es expresado con claridad. ¿Puede hacer Dios todo lo que quiera? ¿Puede Dios obligar a las personas a hacer su voluntad? ¿Puede Dios decidir quien se salva y quien no? Pero, ¿bajo qué principios podría Él ejercer todo esto?

La premisa bíblica es que Dios no puede ser soberano sin ser amoroso, justo, santo, bueno, perfecto, misericordioso, equitativo, veraz, completo y todo cuanto es parte de Él. Un principio básico de Dios es que Dios es “Uno”, es decir, su unidad es una de las perfecciones que solo Él tiene, y eso le hace un Ser sin errores. Debido a que Dios es uno, no podemos ver en Él separaciones ni ambigüedades en su carácter. Nosotros no somos perfectos, ni tenemos una unidad completa; somos tan complejos en nosotros mismos, que el espíritu está muerto en la mayoría de las personas.

Nosotros no podemos hablar de “soberanía” sin hablar de justicia, amor y misericordia. No podemos ignorar una verdad solo para exaltar otra. Hacer eso es “herejía”. Por ejemplo, los ruselistas y los unitarios exaltan una verdad de Dios: “Dios es uno”, pero con ello, rechazan la otra revelación bíblica de que en su unidad existe una diversidad que no podemos comprender; aunque Él es uno, tiene tres Personas en su unidad. Este es otro tema, pero nos deja en evidencia la importancia de comprender que la unidad de Dios no se puede separar para magnificar uno o dos atributos. Juzgue usted, ¿es bíblico exaltar un atributo divino mientras dejamos de lado sus otros atributos?

Un ejemplo de esto es el problema teológico de la soberanía de Dios y el libre albedrío. El calvinismo, cualquiera sea su rama, pone a Dios sobre una posición que Él mismo no se ha puesto; es decir, aunque nada puede suceder sin su conocimiento y su control, no por ello Dios es responsable de las cosas malas, ni tampoco es la fuente del mal. El hiperlapsarianismo, en todas sus formas, declara a Dios como el origen de todo, porque se enseña que Él es absolutamente dominante, y por ello, no puede surgir nada en la existencia que Él no haya permitido o decretado. Así que se inventaron los decretos teológicos del calvinismo, que se ubican según la escuela de pensamiento, pero que al fin de cuentas, hace a Dios un autor indirecto del mal. Por ejemplo, entre los decretos lapsarios, existe el “decreto de permitir la entrada del pecado al mundo”; este decreto se comparte tanto por calvinistas como de arminianos. La idea es que incluso el pecado era imposible que surgiera de la “nada”, y por ello, debe haber sido Dios quien decidió que entrara o lo permitió. Este concepto se comparte tanto en el calvinismo como el arminianismo, porque ambos sistemas son sistemas “lapsarianos agustinianos”.

“Lapsario” significa “resbalón” o “caída”, y todos los cristianos creemos que Adán y Eva “cayeron” en pecado. El problema es que entre los agustinianos, el concepto de lapsarianismo se fue solo a dos fuentes: “Calvino” o “Arminio”. Y aunque actualmente el calvinismo no sigue a Calvino ni el arminianismo a Arminio, en muchos aspectos usan los conceptos de estos dos filósofos. Calvino no fue teólogo, Arminio sí. Pero Arminio aceptó todos los postulados calvinistas, a excepción del tema de la “Elección” de Calvino, que luego los calvinistas llamaron “elección soberana” o “Doctrinas de la Gracia”; bonitos nombres para una teología de escritorio.

Bíblicamente, Dios no es calvinista ni es arminiano; Dios es Dios, y cada sistema de teología procura encontrar una respuesta sobre las acciones divinas desde la perspectiva filosófica de sus exponentes, pero no son la Palabra de Dios. Por eso, han surgidos muchos sistemas acerca de las acciones de Dios en su autoridad, y cómo ésta funciona. Pero los errores son evidentes:

  1. Todos los sistemas se atacan entre sí.
  2. Procuran dar una línea como cierta, pero que no pueden explicar.
  3. Atacan, desprecian y ofenden a quienes no creen como ellos.
  4. Causan divisiones y rencillas entre iglesias, creyentes y estudiantes de la Biblia.
  5. Marcan un pensamiento limitado al dar como verdad los postulados de una o más personas, sin considerar que la Escritura es la única que tiene la verdad.

Lo que debemos saber, es que hay cosas que nunca sabremos, ni en esta vida, ni en la eterna, porque son cosas que le pertenecen solo a Dios, y Él solo sabe cómo son; nuestro deber es aceptar lo que es bíblico y correcto (Deut. 29:29, cf. 2ª Cor. 12:14). Por eso, quisiera que veamos qué dice Dios en su Palabra.

  1. La Soberanía de Dios y su Autoridad.
    1. En la Escritura existen los dos términos, tanto “soberano” como “autoridad”, y no son sinónimas, sino que cada una expresa un estado de un individuo.
      1. Soberano significa “más elevado”, “más alto”, y se aplica a un gobernante. Esto es importante, porque aquí soberanía tiene el concepto de “poder sobre personas”, pero no puede evitar que una persona sea rebelde o desobediente, ni tampoco puede evitar que exista rebeldía en su corazón. Su soberanía es expresiva sobre las personas, pero no sobre las decisiones internas de esa persona.
      2. Autoridad significa “dominio sobre cosas, personas y voluntades”. La autoridad de Dios se refleja en su soberanía y providencia.
    2. Soberanía sin autoridad es dictatorial o déspota. Vemos que en el mundo hay soberanos, pero son perversos. Su soberanía les da un poder absoluto sobre su región, pero eso no los hace buenos.
      1. ¿Puede Dios hacer todo lo que quiera?
        1. La respuesta es NO; Dios no puede hacer nada que contradiga su naturaleza (1º Sam. 15:29 con Tito 1:2; Número 23:19 con Heb. 6:19).
        2. ¿Le quita esta verdad soberanía y autoridad? ¡No! Él sigue siendo soberano y dueño de todo (Dan. 4:17).
        3. Soberanía no es sinónimo de libertinaje, como si pudiera hacer nada sin que haya algo que se le impida. Dios no puede negarse a sí mismo (2ª Tim. 2:13).
      2. ¿Puede Dios elegir en el pasado a personas que no existen?
        1. Entonces, si decimos que Dios elige, sin que haya libre albedrío, ¿ha hecho Dios acepción de personas? Pues evidentemente, por más argumento que trate de evitarlo. ¿Contradice esto una verdad de Dios? Sí: 2º Crónicas 19:7 con Hechos 10:34; Rom. 2:11; Ef. 6:9; 1ª P. 1:17). Además, la Escritura afirma que hacer acepción de personas es “malo” (Prov. 28:21), es pecado (Stg. 2:9).
        2. Decir que Dios elige a personas sin existir en el pasado, sin dejar que ellos pudieran elegir, es acepción de personas, y es afirmar que Dios mienta, porque dice que “todo aquel” que crea será salvo (Jn. 3:15-16).
        3. Cuando decimos lo que Dios no dice, somos mentirosos (Prv. 30:6), y estamos practicando la naturaleza del diablo (Jn. 8:44).
        4. Dios siempre es verdadero, pero el hombre es mentiroso (Rom. 3:4).Y no creer en su Palabra, es “hacer a Dios mentiroso” (1ª Jn. 5:10).
      3. ¿Puede, entonces, el hombre decidir ser salvo o dejar de serlo?
        1. El ser humano no puede decidir ser salvo ni dejar de serlo. La Escritura es muy clara que la salvación le pertenece a Jehová (Jon. 2:10) y que solamente hay salvación por Jesucristo (Jn. 14:6).
        2. Si existiera oportunidad de que nosotros decidamos ser salvos, entonces podemos elegir cualquier camino; pero no podemos elegir cómo ser salvos; eso lo determina Dios (Hech. 4:12).
        3. Que el hombre decida o no decida, nada de eso podría impedir su autoridad. La suficiencia del alma no enseña un libre albedrío arminiano ni enseña una elección calvinista; la suficiencia del alma enseña una autoridad divina que no puede ser pisoteada ni ignorada, y que no se puede hacer nada sin el ejercicio de esa autoridad.
      4. Aquí volvemos a otra pregunta: Si no podemos elegir ser salvos, entonces ¿Dios sí eligió en el pasado? La respuesta es NO.
        1. Como Ser soberano, Dios determinó cómo debe ser salvo una persona, y cuáles son sus condiciones para ser elegido. Entonces, la elección se efectúa claramente según los requisitos de Dios en la Biblia, y no es la persona que decide ser salva, ni tampoco puede decidir dejar de serlo (ejemplo del niño en la cuna). No podemos ahondar en este tema, pero déjenme darles una pincelada, que será el grueso de este mensaje:
        2. El primer principio, es que el pecado no es una cosa, o maldición, sino un estado legal del individuo.
          1. La Ley fue dada para mostrar el acto de la desobediencia (Rom. 3:20).
          2. La Ley demuestra lo profundo del pecado (Rom. 7:13).
          3. El pecado es simplemente, la desobediencia a la Ley (1ª Jn. 3:4).
          4. El pecado no es algo que Dios deba o no permitir, es un acto de un individuo que decide desobedecer un mandamiento.
          5. Todos los salvos somos elegidos, ¿ya por eso no mentimos? ¿No es verdad que en muchas ocasiones mentimos adrede? ¡Usted le ha mentido a sus hijos y lo sabe muy bien! Aunque haya sido una “mentirita blanca” “para el bien de los pequeños”. Todos pecamos (Rom. 3:23; 1ª Jn. 1:10).
        3. El segundo principio, es que la salvación es un “acto judicial divino”. ¿Recuerdan el curso “El Perdón Judicial Divino”, que dimos hace unos años? Como un acto ante un Juez, se deben cumplir ciertos requisitos:
          1. Para ser salvos debe haber un sacrificio de sangre inocente (Heb. 9:22).
          2. Este sacrificio de sangre, que “redime”, fue hecha por Jesucristo (Mat. 26:28), quien es el único que puede salvar (Hch. 5:31; 26:18; Ef. 1:7; Col. 1:14). Ni Dios elige a personas inexistentes en el pasado, ni las personas deciden ser salvas; se debe cumplir este principio básico, que Dios no contradice ni cambia.
        4. El tercer principio, es que la salvación es el perdón de una condena.
          1. El culpable no puede perdonarse, no puede salvarse. El culpable merece completar la sentencia (Nah. 1:3; Mat. 5:22; Stg. 2:10).
          2. La única manera de que un culpable sea libre, es que el Juez declare justificado (declarado justo, sin culpa) al culpable. Pero Dios no dará por inocente al culpable (Núm. 14:18).
          3. Para que Dios pueda justificar al culpable, como Juez, debe hacer cumplir la condena:
            1. Y la ley no puede justificar a nadie (Rom. 3:20).
            2. Entonces, el humano debe ser justificado por fe (Rom. 3:28).
            3. Teniendo fe en Jesucristo la persona es justificada, porque muere en Cristo (Rom. 6:1-14).
            4. Solo por la fe en Jesucristo somos justificados (Gál. 2:16), y esto fue solo posible hasta que Jesús vino y murió en la cruz, fue a la tumba y resucitó (1ª Cor. 15:3-4).
            5. Entonces, los salvos del AT no fueron justificados hasta que Cristo resucitó (Rom. 3:21-26).
        5. El cuarto principio, es que la “elección” y la “predestinación” son actos para salvos, y no puede ser aplicado a personas perdidas.
          1. No es posible que Dios elija a un perdido, que está condenado al infierno. ¿Y cómo están todos los que no han creído en Cristo? ¡Perdidos y condenados! (Jn. 3:36).
          2. ¿Hasta cuando una persona es salva? Hasta que crea en Jesucristo (Ef. 2:5; Col. 2:13).
        6. El quinto principio es que la elección es diferente a la predestinación. Son actos inmediatos, pero no son actos similares, pues sus propósitos son diferentes:
          1. Elección: Se usa de dos maneras:
            1. Es para “obedecer” y ser “rociados” con la sangre de Jesucristo (1ª P. 1:2). Observe que la elección tiene el objetivo de que sean obedientes y rociados con la sangre. Rociados con la sangre no habla de salvación, sino “de ser rociados diariamente”, acerca de la vida eterna que tiene un creyente, que no se puede perder.
            2. Es para ser “santos y sin mancha” (Ef. 1:4). Observe que esta elección es “en Él” (Cristo), porque fuera de Él no hay elección. ¿Cómo fuimos elegidos antes de la fundación del mundo? Porque Cristo, siendo presente, pudo ser elegido por Dios antes del tiempo (Mat. 12:18), y bajo esa elección, los que creen en Cristo son elegidos (Jn. 17:24; 1ª P. 1:20).
            3. El proceso para que la elección sea efectiva está en Apocalipsis 17:14: llamados > elegidos > fieles.
          2. Predestinar es marcar límites.
            1. Romanos 8:28 dice el proceso de predestinación: antes conoció > predestinó. No hay predestinación sin conocimiento.
            2. Y añade el resto del proceso: Rom. 8:29: predestinó > llamó > justificó > glorificó.
            3. La predestinación es para “ser adoptados” (Ef. 1:5).
            4. La predestinación es para “tener herencia” (Ef. 1:11).
            5. La predestinación es para darnos “sabiduría” (1ª Cor. 2:7).
            6. Y con esta sabiduría podemos ser predestinados.
        7. El sexto principio, es que somos salvos por “la fe”.
          1. No hay otra manera de ser salvo que no sea por la fe en Jesucristo (Hech. 26:18).
          2. La fe no salva por sí sola, sino que debe ser puesta en el objeto correcto (Gál. 2:16).
          3. La fe no es una obra, es un atributo comunicable, tal como la inteligencia, el amor, etc.
            1. Se puede obedecer la fe correcta (Hch. 6:7).
            2. Esta fe debe estar clara en el sacrificio de Cristo (Rom. 3:23).
          4. La fe es algo que solo confía, no puede hacer nada más que confiar.
            1. La fe confía en la silla, pero la fe no puede reparar la silla.
            2. La fe confía en sus padres, pero la fe no puede evitar que ellos mueran.
            3. La fe confía en Dios como Salvador, pero la fe no puede salvar a nadie.
            4. Santiago dice que la “fe sin obras” está muerta (Stg. 2:20), esto es, que la fe no sirve por si sola. ¿Cuál es la “obra de la fe”? “La obediencia”: “¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar?” (v. 21). La fe funciona cuando se enfoca en lo QUE DIOS DICE.
            5. Dios no dice que soy salvo buscando a Dios, ni tampoco dice que soy salvo creyendo en la elección. Soy salvo cuando creo en Jesucristo como Salvador.
        8. El séptimo principio, es que la salvación solo tiene un medio, ¡y no es la elección!
          1. Solo hay un camino, una verdad y una vida (Jn. 14:6).
          2. Solo hay una forma de ser salvos: “Que si confesares con tu boca al Señor Jesús, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo” (Rom. 10:9). No dice que se aplica la elección, dice que serás salvo, porque antes de creer en Cristo estabas perdido.
    3. No podemos cambiar la autoridad de Dios sin sufrir la consecuencias. Los sistemas del arminianismo y el calvinismo han encerrado a muchos, y los ha cegado Satanás para no ver la verdad. Ninguno de los dos sistemas es verdadero, pero cuando predicamos lo que Dios enseña, cada partidario nos ubica en una inferencia propia, porque no pueden ver más que dos caminos; tristemente así es.

Pastor Lic. Carlos E. Machado C., MTh.