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“Y si una mujer tiene marido que no sea creyente, y él consiente en vivir con ella, no lo abandone”. 1ª Corintios 7:13.

El verbo “consentir”, que aparece en este pasaje, tiene la idea de “convivir agradablemente con alguien”, y obviamente que es excluyente de cualquier agresión.

Aunque parece que la Biblia guarda silencio sobre el tema del abuso conyugal o familiar, o si es aplicado como una razón para el divorcio, es obvio que Dios espera que un matrimonio sea igual a la relación entre Cristo y su iglesia (Efesios 5:25-33), y el abuso es contrario a todo lo que es piadoso, santo y espiritual. Pablo enseña en 1ª Corintios 7 que nadie debería tener que vivir en un ambiente inseguro, ya sea por causa de un miembro de la familia, amigo, empresario, cuidador o desconocido, que promueva esa inseguridad. El abuso físico es contra la ley, y las autoridades deben ser las primeras en ser contactadas si esto ocurre.

Un cónyuge que esté siendo abusado, debe buscar inmediatamente un lugar seguro y denunciar el caso. En el caso de que haya niños involucrados, también deben ser protegidos y retirados del abusador. No hay nada antibíblico en separarse de un abusador; de hecho, es moralmente correcto el protegerse juntamente con los hijos. El divorcio es un adulterio, y es pecado; pero la Escritura afirma que si el pecador quiere separarse, que se separe; pues, en este caso, la persona que es victima es libre de dicho pecado.

La Biblia nunca ordena el divorcio, ni siquiera en caso de abuso. Pero la Biblia especifica dos razones fuertes para una separación: Primero, que un cristiano sea abandonado por parte de un cónyuge incrédulo (1ª Corintios 7:15) o porque no puede “consentir” o vivir en paz con el cónyuge (1ª Corintios 7:13). Como el divorcio no es permitido, como señala Jesús en Mateo 5:32; el creyente puede separarse permanentemente del abusador.

Dios permite la separación en caso de abandono y abuso físico, pero no permite siquiera que esas circunstancias desencadenan automáticamente el proceso de divorcio por parte del creyente; el divorcio sigue siendo el último recurso que debe ser por causa del incrédulo o del abusador.

En el caso de la infidelidad, es mejor que dos cristianos se reconcilien antes que se divorcien. Es mejor extender el perdón y el amor que Dios gratuitamente nos da (Colosenses 3:13). Pero la reconciliación con un abusador, sin embargo, es muy diferente. La reconciliación con una pareja abusiva depende completamente de que el abusador demuestre su confianza, lo cual puede tardar años, si es que sucede. Es probable que la separación de un cónyuge abusivo se prolongue durante mucho tiempo. De hecho, Pablo es bastante directo en que la persona abusada “se separe” de este abusador.

Una vez que se ha decidido la separación, el abusador tiene la responsabilidad de buscar ayuda. Ante todo, debe buscar a Dios: “Porque todo el que pide, recibe. Todo el que busca, encuentra. Y la puerta está abierta para todo el que llama” (Mateo 7:8). Dios tiene poder para sanar a las personas y las relaciones si éstas se entregan a Él. El Señor debe ser el Dueño de nuestras vidas, el Dueño de nuestros recursos y el Jefe de nuestros hogares. La ayuda psicológica y las limitaciones legales (órdenes de restricción) a un abusador, también son apropiadas, y tales herramientas son importantes para su proceso de cambio, y no deben dejarse de lado.

Si el abusador demuestra un cambio comprobado, confirmado de forma independiente, la relación se podría reanudar con mucha precaución, aunque Pablo aconseja que una persona que sufre maltrato “no se vuelva a casar” (1ª Cor. 7:11).

Tanto el esposo como la esposa deben comprometerse en su caminar con Dios y desarrollar su relación con Dios a través de Cristo: “Aparta de mí el camino de la mentira, y en tu misericordia concédeme tu ley. Escogí el camino de la verdad; he puesto tus juicios delante de mí” (Salmo 119:29-30). Este compromiso con Dios debe ir acompañado de un asesoramiento intensivo por parte de un pastor de confianza o un consejero creyente profesional. La asesoría debe darse primero individualmente, luego como pareja, y finalmente con toda la familia, ya que todos necesitan ayuda para sanarse. El cambio es posible para una persona abusiva que verdaderamente se arrepiente y se rinde humildemente al Señor (2ª Corintios 3:18), aunque esto es probable que no le solucione que su cónyuge regrese.

Hay una serie de “signos de alarma” que se deben observar antes de entrar en una relación permanente. Desafortunadamente, estos indicadores pueden no ser visibles hasta después de que la boda se lleve a cabo, ya que muchos abusadores son hábiles en ocultar su verdadera naturaleza. Sin embargo, una breve lista de cosas a las que hay que prestar atención incluye los celos irracionales, la necesidad de tener el control, un temperamento agresivo, la crueldad hacia los animales, los intentos de aislar a la otra persona de sus amigos y familiares, el abuso de drogas o alcohol y la falta de respeto de los límites, la privacidad, el espacio personal o los valores morales. Si ves cualquiera de estas señales de advertencia en una persona con la que estás entrando en una relación, por favor busca el consejo de alguien familiarizado con situaciones de abuso.

Si te encuentras en una situación de abuso en este momento, ya sea que el abusador sea un cónyuge, padre, madre, hijo, cuidador, maestro, familiar, o cualquier otra persona, por favor, recuerda que Dios no quiere que te quedes en esa situación. No es la voluntad de Dios que aceptes el abuso físico, sexual o psicológico. Abandona la situación, busca a alguien que te ayude a mantenerte a salvo e infórmales inmediatamente a las autoridades. Durante todo esto, ora por la guía y protección de Dios.

Que el Señor le ayude con el proceso, y las oraciones de los santos le acompañen.