¿Se ha preguntado usted cuál es la diferencia entre diezmos y ofrendas?
La palabra “diezmo”, literalmente significa: “décimo”. El diezmo es la décima parte de los ingresos de una persona. La Biblia enseña que el diezmo le pertenece a Dios; y es una enseñanza que aparece mucho antes de Moisés.
A diferencia de las ofrendas, cuando diezmamos, no estamos ofreciendo un regalo; sino que estamos reconociendo a Dios como el Dueño de todo, y le estamos devolviendo una parte de lo que es suyo. La Biblia enseña que lo que damos de diezmo es solo una fracción de todo lo que nos da el Señor y que le pertenece a Él (1º Crónicas 29:14). El diezmo no es una cantidad que uno determina; Dios ha establecido precisamente el 10% como ofrenda fija de cada uno de sus hijos, y no es negociable.
Por otro lado, las ofrendas son dones voluntarios que hacemos a Dios mediante una administración fiel de nuestras ganancias. Entonces, los diezmos se refieren a una cantidad específica, mientras que las ofrendas se refieren a la calidad del regalo que damos a Dios.
El principio principal y espiritual de las ofrendas es que le damos a Dios lo mejor de nosotros, en reconocimiento de quién es Él y de lo que hace: es el Dador de todos los buenos dones y el que los otorga libremente.
En la ofrenda damos lo mejor de nosotros, porque es aquello que realmente surge del corazón. Sin embargo, ¿cómo determino lo mejor de mí para darle a Él? La Biblia proporciona dos elementos que pueden ayudarnos con este asunto: El primero, es que debemos dar a Dios una ofrenda en proporción a la recepción de sus muchas bendiciones (Deuteronomio 16:17; 1ª Cor. 16:2). La segunda, es que damos con un corazón gozoso y propuesto (2ª Corintios 8:12; 9:6, 7).
La ofrenda es una elección personal en respuesta al mayor y mejor regalo de Dios jamás dado a la humanidad, el cual es Jesucristo, Su Hijo (Juan 3:16). Esto nos habla de generosidad cristiana, y significa que cuando preparamos nuestra ofrenda, debería superar al diezmo que damos, o por lo menos que sea igual, o porcentualmente inferior al diezmo de nuestras ganancias.
Para las ofrendas, la cantidad es irrelevante, porque no hay límite para dar. Se trata de la calidad, lo mejor de nosotros, que le damos a Dios. Si poco o da mucho, solo refleja lo que realmente hay en el corazón. Recordemos el caso de la viuda, que le dio dos blancas en el templo, lo dio todo (Mrc. 12:44; Lcs. 21:4).
Diezmos y ofrendas en el Antiguo Testamento
Es muy claro en la Biblia que el diezmo fue practicado antes de la Ley Mosaica. Leemos que los patriarcas Abraham y Jacob diezmaron libremente. En Génesis 14:20, nos dice: “Y le dio Abram los diezmos de todo”. Esta es la primera mención en las Escrituras de dar un diez por ciento (Génesis 28:22). Esta ofrenda del diez por ciento fue puramente voluntaria, y se refiere al diez por ciento de todo lo adquirido (el botín, Hebreos 7:4). Este diezmo no es igual a los diezmos mandados por Dios a Israel, que debían dar según la Ley de Moisés (Núm. 18:21-28; Deut. 14:22; 26:12). Aquí hay una evidencia de la espiritualidad piadosa de Abram, así como también de su valor; porque fue a un sacerdote o mediador oficial entre Dios y él, a quien Abram dio la décima parte de los despojos, señal de su gratitud y en honor de la divina ordenanza (Prov. 3:9). El diezmo es reconocido repetidas veces, tanto a través del AT como del NT, como un requisito divino (Gén. 28:22; Lev. 27:30-33; Núm. 18:21-28; Neh. 13:12; Mat. 23:23; Heb. 7:8). El hecho de que Abram pagara el diezmo muestra claramente que este requisito no fue un recurso posterior y temporario para sostener el sistema de sacrificios levíticos, sino que fue una práctica instituida divinamente desde los tiempos más remotos, como el sacrificio. Al devolver al Señor una décima parte de sus ingresos, el creyente reconoce que Dios es el dueño de todas sus propiedades. Abram, de quien Dios testificó que había guardado sus mandamientos, estatutos y leyes (Gén. 26:5), cumplía concienzudamente todos sus deberes religiosos.
La práctica de Abraham se refleja en Hebreos 7 como un acto espiritual de un creyente a Dios, que ofrece al Señor todo cuanto tiene.
Y ya en Génesis 28:22, nos dice que Jacob le prometió a Dios: “y de todo lo que me dieres, el diezmo apartaré para ti”; una confirmación de que era una práctica habitual de quien tenía un encuentro con Dios y se sometía a Él. El diezmo, aunque no había sido mandado por Dios, era evidentemente ya conocido y practicado de forma voluntaria, y servía para reconocer el beneficio providencial de Dios en la vida del dador. La mejor traducción del “si” en Génesis 28:20, es “por cuanto”, y contempla el voto y la ofrenda de Jacob como una adoración genuina basada en su confianza en la promesa de Dios (vv. Gén. 28:13-15).
En la Ley mosaica, Dios enseñó a los israelitas a que dieran la décima parte de todo producto (cereales, frutos y ganado; Lv 27:30–32), y era para los levitas y sacerdotes, para sostener su servicio en el tabernáculo y después en el templo (Nm. 18:21–32; cp. Neh 10:37, 38; 12:44; 13:5, 12). Pero en este caso, la ofrenda de Abram fue una décima parte del botín, es decir, de una victoria, que incluiría tanto cosas como dinero. Más tarde, durante la monarquía, el rey recibía el diezmo como impuesto real (1º Sam. 8:15; 17:25). Incluso, al parecer, en el reino teocrático de Ezequiel, el rey tendría la responsabilidad de recibir y administrar tanto los diezmos reales como los sagrados, y las ofrendas (Ez 45:13–17). Al recibir el diezmo y bendecir a Abram, Melquisedec actúa en su oficio de sacerdote; del mismo modo, Jesús recibe el diezmo de sus hijos y administra en ellos su provisión.
En los tiempos de Moisés, el Señor instruyó: “Y he aquí yo he dado a los hijos de Leví todos los diezmos en Israel por heredad, por su ministerio”. “Porque a los levitas he dado por heredad los diezmos de los hijos de Israel” (Números 18:21, 24); “Y el diezmo de la tierra, así de la simiente de la tierra como del fruto de los árboles, de Jehová es; es cosa dedicada a Jehová” (Levítico 27:30).
Observamos que el diezmo, en los días del Antiguo Testamento, dedicado a los servicios del Santuario, se usaba para sostener a los sacerdotes. Dios instruyó que la tribu de Leví (los sacerdotes) no recibieran tierras, mientras que las otras 11 tribus tenían la tierra dividida entre ellas. Los levitas trabajaban a tiempo completo cuidando el Templo y ministrando al pueblo de Dios. Por lo tanto, el plan de Dios era que el diezmo proveyera para el sustento de los sacerdotes que estaban a tiempo completo, y prometía proveerles de todo y prosperarlos por su obediencia. Por eso, más tarde, el Señor confirmó el principio del diezmo a través de Su profeta Malaquías, diciendo: “Traed todos los diezmos al alfolí” (Malaquías 3:10). Y también a través del profeta Nehemías: “Y todo Judá trajo el diezmo del grano, del vino y del aceite, a los almacenes” (Nehemías 13:12). Aparte de que en estos casos el diezmo era para Israel, el principio básico de la función del diezmo es clara: el sostenimiento del Santuario.
Además del diezmo, el Señor pidió a Sus hijos que dieran ofrendas por Su obra como expresión de su gratitud, amor y acción de gracias por Sus bendiciones. La Biblia dice: “Cada uno con la ofrenda de su mano, conforme a la bendición que Jehová tu Dios te hubiere dado” (Deuteronomio 16:17 y Levítico 2:1). Y el profeta David escribió: “Dad a Jehová la honra debida a su nombre; Traed ofrendas, y venid a sus atrios” (Salmos 96:8 y 40:6).
Creamos o no en el diezmo, todos los cristianos estamos de acuerdo que al Templo no se asiste con las manos vacías. Solamente los falto de fe y miserables de corazón impiden dar para el Señor.
Los Diezmos y ofrendas en el Nuevo Testamento
Ahora bien, el principio del diezmo se encuentra también en el Nuevo Testamento. Jesús mismo aprobó el diezmo en Mateo 23:23. Pablo también escribió: “¿No sabéis que los que trabajan en las cosas santas comen del santuario, y que los que sirven al altar participan del altar? Así también ordenó el Señor a los que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio” (1ª Corintios 9:13, 14). Esto confirma que el diezmo y las ofrendas siguen el mismo patrón en nuestros días: sostener el Ministerio, y que el pastor pueda trabajar a tiempo completo en la obra del Señor con un salario digno. E incluso, los otros ministros, conforme crece la iglesia, deberían recibir igualmente su justa retribución por su servicio al Señor.
El Nuevo Testamento, refiriéndose a las ofrendas, indica que cada cristiano decide lo que quiere dar según su capacidad: “Cada uno dé como propuso en su corazón, no con tristeza ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre” (2ª Corintios 9:7). Aunque el Nuevo Testamento indica que el 10% es lo asignado para el diezmo, la Biblia no especifica la cantidad para las ofrendas, porque depende del reconocimiento, agradecimiento y sinceridad del creyente para con Dios.
De todos los deberes cristianos, ninguno puede describirse con más alegría que el de dar libremente para la obra de Dios, específicamente para extender el reino de Dios en el mundo. El espíritu de generosidad es el espíritu de Cristo. El honor supremo que Sus hijos pueden presentar a Dios es ilustrar Su amor en sus vidas. Esta es la forma más eficaz de predicar a Dios al mundo, siendo Él el mayor dador (Juan 3:16).
Recordemos que el Nuevo Testamento nunca dice cuanto dar de ofrendas, pero especifica las siguientes ofrendas que se deben dar:
- Ofrendas y limosnas (donativos) para la ayuda benéfica (Hech. 24:17).
- Ofrenda para los misioneros (Fil. 4:10-20).
- Ofrenda para los santos (2ª Cor. 8 y 9).
- Ofrenda para el sostenimiento del siervo de Dios (1ª Cor. 9).
Si el creyente es fiel con el diezmo, todos estos requerimiento divinos serían cumplidos.
Ejemplo del Diezmo
Si una familia tiene un ingreso de $300 mensuales, su diezmo serían $30 al mes, quedándole a él el 90% del ingreso, es decir, $270. Una iglesia pequeña, con 50 creyentes que den fielmente el diezmo, sostendría sin problemas a su pastor, los gastos del templo, a un misionero y aún podría iniciar una misión. Pero cuando los santos no dan, la iglesia carece, y los santos se enfrían en su vida espiritual.
Muchos se enfocan en el salario pastoral, en los beneficio que podría tener el pastor y los servidores, y comienzan a estorbar en la obra, desanimando e impidiendo a otros dar con alegría.
Si los creyentes quieren saber de las finanzas de la iglesia, deben ser fieles al diezmo; porque, ¿cómo darle cuentas de finanzas a quienes no dan?
El Señor nos ayude con la obra del Señor.
¿Y el Diezmo no es de la Ley?
Ciertamente que no. Los argumentos racionales en contra del diezmo, deben violentar el contexto y literalidad de cada pasaje bíblico. Muchos incluso indican que Melquisedec era un sacerdote pagano, cuando Génesis y Hebreos afirman que era “sacerdote del Dios Altísimo”.
Ahora bien, Dios superlativizó todo el contenido espiritual con la gracia, y elevó más allá del diezmo el compromiso del creyente. Si un creyente realmente vive en la gracia, daría más que el diezmo. Solamente los que son pobres están excentos de darlo si realmente tienen necesidad; la “pobreza” moderna no es una pobreza bíblica, porque los pobres no solo pueden alquilar casa o tener casa, sino que tienen bienes en ella, adquiridos con sus ingresos. La palabra pobre significa “sin nada”, y se refiere a quien realmente no puede dar u ofrecer nada al Señor.
Para un estudio más profundo del diezmo, favor leer